ORQUESTA GUAYACAN
“Si huele a caña, tabaco y brea, usted está en Cali, ay, mire, vea/
si las mujeres son lindas y hermosas, aquí no hay feas, para que vea”,
reza parte de la letra de Oiga, mire y vea, una canción lanzada en 1991
que resume el carácter sabrosón, pegajoso y populachero de la Orquesta
Guayacán de Colombia, considerada hoy en día como una de las
agrupaciones tropicales más antiguas y prestigiosas de Sudamérica.
Pero no se puede hablar de la Orquesta Guayacán sin antes mencionar a
su “progenitor”, el maestro Alexis Lozano, quien desde sus primeros
años de formación musical fue influenciado por la gente y el ritmo de la
costa colombiana del Pacífico.
Lozano nació a mediados de los años 50 en el pueblo de Quibdó,
capital de Chocó, una comunidad pobre y negra que desarrolló, separada
del resto del país, su propia música y cultura. Hijo de dos maestros, a
la temprana edad de 10 años ya dirigía su propia banda. La salsa, de la
que se enamoró Lozano, llegó a Colombia a través de los medios de
difusión naturales de la música popular: la industria discográfica, la
radiodifusión y los conciertos en vivo. Y su llegada no fue anónima ni
silenciosa, sino que estuvo cargada de la efervescencia natural que
despertó un veterano músico neoyorquino, el pianista Richie Ray, con su
cantante Bobby Cruz.
Por lo tanto, mientras estudiaba en Bogotá, Lozano se unió a Jairo
Varela, otro nativo de Quibdó y, como co-director musical y
co-arreglista, fundó el Grupo Niche. Con Niche participó en su primer
sencillo y cuatro elepés, pero debido a diferencias personales, abandonó
el grupo para formar su propia banda.
En Bogotá, reunió a un grupo de jóvenes y talentosos músicos, a los
que entrenó por tres años hasta que, en 1986, bajo la apelación de
Orquesta Guayacán, lanzó Llegó la hora de la verdad. Ese álbum, que
relanzó DM Productions en 1995, incluye temas como Vas a llorar, el
mismo que alcanzó una nominación en la Feria de Cali.
Al hablar del nombre con que bautizó a la orquesta, Lozano nos dice:
“Busqué un nombre que representara bien lo que simboliza la música, y el
árbol Guayacán (Lingnum-Vitae) me inspiró, por ser fuerte, frondoso y
hermoso, además de ser nuestro árbol nacional. A su madera se le llama
‘la madera de la vida’ por su fortaleza. Los muebles manufacturados con
su madera, además de ser costosos, son muebles para toda la vida.”
Su segundo disco, Que la sangre se alborote, apareció en 1987, y
consolidó el prestigio logrado con el primero. En esa grabación se
destacan temas como Por bocón, Son cepillao con minué, Vete, Falso amor y
Nostalgia africana. Con estas canciones, Guayacán comenzó a ganarse un
amplio espacio entre los salseros nacionales, y los diarios,
radioemisoras, noticieros y programas de televisión empezaron a
reconocer al conjunto como una verdadera revelación salsera.
El álbum creó el molde para la instrumentación que hiciera famosa a
la orquesta por el mundo entero durante muchos años: trompetas,
trombones (dos o tres de cada uno), tres (Lozano agregó luego una
guitarra convencional) y una sección de ritmo con timbales, conga,
bongó, güiro, maracas, bajo y piano, además de cantante y coro.
En su tercer disco, Guayacán es la orquesta – también relanzado bajo
el título de Guayacán y del bueno en 1995–, Lozano empezó a coquetear
con la salsa romántica, pero sin los virajes eróticos del momento que
marcarían el fenómeno que se denominó “Salsa porno”–con temas como
Teresita, Laika, Intensamente y Buenaventura tiene ricura.
Después de ese tercer disco, Guayacán entró en crisis al no poder
conseguir suficiente trabajo. Es cuando Lozano introdujo cambios
substanciales no sólo en la conformación de la orquesta, sino también en
la selección de sus temas, atrayendo a un personaje que resultó clave
en la historia del grupo: Nino Caicedo, un amigo de infancia de Alexis
Lozano.
Ingeniero metalúrgico de profesión y compositor desde temprana edad,
Caicedo rescató a la orquesta al escribir el monstruoso éxito Cocorobé,
así como el también celebrado La más bella, tema que sirviera de título
en 1990 para el cuarto álbum.
Con Las cosas son a otro precio y Cocorobé, el triunfo nacional
traspasó fronteras, haciendo que se posicionaran en Venezuela, Ecuador,
Perú y Centro América, llegando a Estados Unidos por primera vez, donde
realizaron una gira que abarcó las ciudades de Miami, Nueva York y
Orlando.
Parafraseando el adagio popular que dice “no hay quinto malo”, el
disco siguiente impuso a nivel nacional e internacional temas como
Vestido bonito, Guitarra y tambó, Yolanda, Como una hoguera y Mi
muchachita; éste último ocupó, durante seis meses, los primeros lugares
en las emisoras de Venezuela, Colombia y Centroamérica, permitiéndole a
la vez al conjunto penetrar mercados esquivos en Colombia: la Costa
Atlántica, “el viejo” Caldas, los Santanderes y Antioquía.
Pero el disco que consagró a Guayacán definitivamente fue el sexto.
Titulado Sentimental de punta a punta, incluyó una significativa
colección de grandes éxitos como Invierno en primavera, Te amo, te
extraño, Cada día que pasa, Un amor a cuenta gotas, No vale la pena
hablar mal de ti, Amalia de noche y Oiga, mire, vea, todos de la
inspiración del maestro Nino Caicedo y con arreglos de Alexis Lozano.
Esto fue un verdadero récord para la orquesta colombiana, ya que el
disco los colocó entre los primeros diez grupos de Colombia, aparte de
ganarle el prestigioso Premio de la Feria de Cali –en cerrada
competencia con el Grupo Niche y Joe Arroyo– por su versión de Oiga,
mire, vea.
Para su siguiente álbum, Alexis –un gran admirador de Ray Barretto,
al que considera un rompedor de barreras– contrató al cantante
nicaragüense Cali Alemán, quien había cantado para Barretto a mediados
de los 80s, haciendo que compartiera voces en el disco lanzado en 1993,
Con el corazón abierto. Nuevamente, Caicedo compuso todos los cortes, y
uno de ellos, Torero, se convirtió en un colosal éxito internacional. Un
año más tarde, Guayacán grabó su noveno larga duración, Marcando la
diferencia, de donde surgieron los súper éxitos Cuánto te amo, cuánto te
quiero y Cuando no estás.
En 1995, la orquesta hizo un viraje en su estilo y grabó un disco con
78 temas latinoamericanos, a manera de mosaicos, que aparece en el
mercado bajo el título de Como en un baile. Con esta grabación, Lozano
rompió todas las expectativas al vender más de 500.000 copias solamente
en el territorio colombiano. Con temas como Guayacán pasodobles,
Guayacán currulao y Guayacán mix, el álbum se volvió un disco
obligatorio en todas las colecciones familiares de discos.
Ahora convertida en una orquesta polifacética, ideal para amenizar
cualquier clase de fiesta, Guayacán regresó en 1996 a su estilo y sonido
original con la producción discográfica Con sabor tropical, de donde se
desprenden los temas La chica del cartel, Doble traición, Besos bajo la
lluvia y Son polizón, este último tema central de la película La nave
de los sueños.
Las continuas giras por el mundo entero hicieron mella, y al no ser
entregada a tiempo la producción discográfica número 13, aparecieron los
roces entre la orquesta y la disquera. Fue cuando Alexis y Nino,
después de varias discrepancias y en común acuerdo, decidieron rescindir
el contrato.
La fórmula musical original regresó en 1999 con ocho canciones de
Caicedo y los arreglos, el bajo y la producción de Lozano. El éxito no
se hizo esperar con los temas Dormida en mi hamaca, Caribeña y Nacimos
para cantar, interpretados por Camilo Azuquita y Andy Caicedo, quien
apareció por primera vez en Guayacán realizando una versión en inglés de
Dormida en mi hamaca.
Debido a incesantes giras tanto dentro como fuera de Colombia, la
producción número 14 tuvo que esperar cuatro años. Bajo el título de
Otra cosa, y con 10 canciones llenas de poesía, ritmo y mucho sabor en
temas como No llores por él, Un amigo invita a una amiga despechada a
salir y Con el mismo golpe, el estilo de siempre, combinado con sonidos
nuevos, muestra la proyección de esta institución musical, una verdadera
aventura de cadencias y armonías.
fuente: http://guayacan-orquesta.com
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